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El mal en Fausto y El Hombre de la Arena (página 2)




Enviado por claustris



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Mefisto acude a la salvación de Fausto y le propone un
pacto, vender su alma a cambio de encontrar la felicidad negada
en la sabiduría. Israel Ortega
explica el pacto de la siguiente forma " El pacto con "el
extraño hijo del caos", simboliza la recuperación
de la fuerza para emprender el estruendoso paso por la vida.
Búsqueda del día; detrás de éste, la
noche… No importe que se alternen placer y dolor… Fausto
quiere abarcar lo más basto de la humanidad; lo más
bajo y lo más alto, el mal y el bien, el placer y el
dolor. El pequeño mundo y el gran mundo. En suma: quiere
vivir en acción.
Porque la acción es todo, la gloria nada es"[2]

Fausto explora la vida y conoce el amor con
Margarita, amor que se elevará a tragedia pues el final es
desastroso. Todo el saber se materializa con el
conocimiento del amor. Fausto encuentra por medio del pacto
una extraña sensación de libertad,
Mefisto corresponde a esa sensación otorgándole y
cumpliendo todos sus caprichos. Lo demoníaco en Fausto no
es otorgar el alma y renunciar al perdón eterno de Dios,
sino obtener por medio de lo "supuestamente malo" la belleza y la
poesía
que el camino de la justicia
divina habrá de otorgar quizá en el momento de
morir.

El folklore o
tradición para Jacobson son aquellas manifestaciones
culturales que sobreviven y se extienden hasta los momentos
actuales, ya sea como tradición religiosa o moral, el
folklore es un elemento vivo que carece de un autor
específico, pertenece a todos aquellos que lo recuerdan y
mitifican.

Fausto pasa de la balada o leyenda medieval al espíritu
romántico como un producto del
folklore alemán que se mitifica en las manos de Goethe, lo
colectivo adquiere un nombre y una categoría de obra
literaria universal.

Ahora bien, Mefisto es causante de todos los tormentos de
Margarita, provoca la muerte de
la madre, alevosamente mata a traición a su hermano, y por
si fuera poco insta a matar a su hijo, con el delicioso final de
la pérdida de la razón. De hecho, la tragedia en la
primera parte de Fausto corresponde a Margarita, ella es la que
sufre las maldades de Mefisto, pero al final recibe el
perdón de Dios y salva su alma atormentada. Dios vence a
Satanás.

Sin embargo, también Fausto es un ser malévolo,
quizá no de forma conciente, sus acciones
repercuten en el triste final de Margarita. Cuando obtiene la
juventud,
Fausto da vuelo a la hilacha, y por ende se le cuecen las habas
por enamorar a cuanta chamacona se le atraviese por sus oculos (
perdón por este juego de
palabras digno de cualquier peladito citadino) La maldad de
Fausto como ya se dijo es hasta cierto punto involuntaria pero no
por eso menos dolorosa.

En el romanticismo las
pasiones se desbordan hasta el punto en que alguno de los
protagonistas sucumbe, Fausto sucumbe al encontrar la felicidad y
tomar una actitud
individualista; Margarita desgarra sus vestiduras morales y
familiares para conocer y morir por el amor. Mefisto como
cuña del triángulo hace y deshace a su antojo las
vicisitudes de ambos y logra ponerse por encima de Dios, a veces
cruel, otras satírico, su envergadura de ángel
caído lo hace tan humano como ellos. Experimenta que el
fracaso y el dolor son sentimientos exclusivamente humanos.

 La salvación de Fausto, Margarita y Mefisto no
está el paraíso prometido o en el perdón
eterno. La salvación está en el mundo de las ideas,
las imágenes
del mundo que Goethe experimentó, la poesía que
surgió de la tradición medieval a la esfera del
romanticismo alemán, y ya encarrerado el ratón: La
salvación de Fausto es como diría Dilthey " Su
visión clara y grandiosa penetra hasta el alma misma de la
humanidad y contempla cómo conforme a una necesidad
profundamente original brotan de ella imágenes diversas,
saturadas de presentimientos, hasta que habiéndolas
recorrido todas se conoce a sí mismo…"[3]

 III "Está vivo…
está vivo" Todavía soy puma de
corazón.

La creación es en el devenir de las culturas un
proceso
demarcado por un poder absoluto. El Dios de los católicos
hizo su mundo en seis días, los antiguos dioses del olimpo
crearon su morada con el designio de Zeus; Gucumatz dio sentido a
la existencia de los antiguos mexicanos. El hombre
terrenal tiene la obligación de venerar a su creador,
comprender que el sentido de la vida recae en la imagen y
semejanza que su dios moldeó. No hay existencia de todo y
nada sin el consentimiento de un ser supremo.

El hombre
terrenal en su ínfimo poder ha querido experimentar
qué se siente crear un ser que lo catalogue como su dios
individual. Los alquimistas de la edad media buscaron por todos
los senderos de la
investigación el elíxir de la vida eterna, los
"brujos" judaicos crearon de la arcilla un ser que denominaron
Golem, se cree que su creación sólo era para ayudar
a las actividades domésticas, no pensaba, no tomaba
decisiones por su cuenta, era estúpido y carecía de
razón. Cuando crecía o era innecesario se le
destruía sin el menor asomo de lástima o
arrepentimiento. La mandrágora creó expectativa
pues su aspecto era muy parecida al del humano. Inicialmente se
estudió y se le atribuyeron poderes sexuales, capaz de
estimular el cerebro y crear
horripilantes visiones, hasta el grado de usarla como medio de
cultos satánicos y hacer un mal determinado al ser querido
o por conquistar. ( Agradecemos la información de esta cotorra raíz a
los curanderos y charlatanes del mercado de
Sonora.

Sea cualquiera el asunto, el hecho en cuestión es el
deseo de la humanidad por crear un ser sin la intervención
de un ser supremo.

El hombre de la arena es un cuento de
Hoffmann que recrea la búsqueda de la creación. El
profesor
Spalanzani crea un autómata (Olimpia) que representa la
belleza de la creación, hermosa en su exterior, hueca y
con extraños mecanismos de locomoción en su
interior, Olimpia será el objeto de culto y
veneración del estudiante Nataniel. Amor y
fascinación por el objeto mecánico que lo
trasladará a la locura y muerte
romántica.

Hasta aquí la propuesta romántica se centra en
una crítica
al cientificismo de la época. Sin embargo, la propuesta
original del trabajo oscila
en la representación de lo maligno que podemos encontrar
en el hombre de la arena.

Para Freud los pactos
con el diablo o el enamoramiento de seres mecánicos o
alejados de la realidad son producto de la neurosis
infantil, creamos historias de demonios o representaciones
maléficas sólo para encubrir nuestra real personalidad.
Sin meternos en rollos psicoanalíticos la
representación del mal o los miedos a lo extraño es
una condición humana presente en todas las sociedades, es
como diría Lovecraft "La emoción más antigua
y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más
intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido"[4] El hombre
de la arena parte de una premisa malévola, todo el cuento
está inmerso en la tragedia, las acciones de los
personajes están involucradas directamente a la
intención y juicio de un ser maléfico:
Coppelius.

Coppelius deja sin padre a Nataniel, destruye el amor de Clara
por Nataniel, rompe la incitación de amor entre Nataniel y
el autómata.

 Coppelius representa la maldad sin miramientos, su
fisonomía es repugnante, sus intenciones siempre conllevan
un beneficio particular. La bondad está fuera de lugar en
su presencia.

En el estudio introductorio del hombre de la arena Freud hace
un análisis sobre lo siniestro. Él
manifiesta que lo ordinario o común se torna siniestro
cuando lo elemental se hace extraño. Un simple sonido se puede
verter en el sonido más escalofriante si le denotamos una
sensación molesta a nuestra cotidianidad. Lo siniestro
puede existir en nuestra casa: una lluvia constante y molesta, el
ruido de un
gato a la medianoche, un lugar oscuro en la habitación,
las sombras proyectadas en la pared pueden turbar al individuo si
su estado
anímico está por los suelos o es presa
de tensiones provocadas por trabajos de análisis
literario. En fin, para el hermano Freud, todo el terror y
ansiedad está en la gulivera de cualquier hermano azotado
por la shloscas de un tierno día ( interpretación:
Problemas
mentales provocados por peleas o rencillas de un día
cualquiera.

Lo malévolo en el hombre de la arena se vislumbra
cuando el ser autómata forma parte de lo cotidiano, el
profesor hace de su creación un símbolo de lo
posible en un mundo de negaciones. Ha creado un ser, algo que
la ciencia
normal no ha podido. Nataniel queda petrificado con Olimpia, pues
ella lo escucha, está de acuerdo en todo lo que dice, no
replica por hambre o sed, tiene un ser que lo comprende y
entiende. La felicidad está flotando en el aire de Nataniel,
su dicha es eterna hasta el momento en que aparece Coppelius y
desbarata el segundo amor del estudiante.

Lo demoníaco de Coppelius estriba en poner el orden en
el caos, despiadado en la acción, hace que Nataniel
observe cómo su objeto de amor (Olimpia) no es más
que una simple máquina, en la lucha entablada entre
Coppelius y Spalanzani en que se disputan al autómata,
desmembrándola y saliéndole de sus cuencas los ojos
ensangrentados; Nataniel adquiere una crisis de
locura que lo hará recordar la muerte del padre y la
frustración de su amor.

A diferencia de Mefisto, que representa el mal de una forma
elegante, sutil, caballerosa, fina; Coppelius y su
representación del mal se inclinan más hacia lo
grotesco e insano, físicamente es abominable, pero
aún más sus acciones. Irónicamente, cada que
aparece Coppelius en el cuento las desgracias de Nataniel se
duplican, por culpa del abogado Nataniel pierde a Clara y cuando
nuevamente experimenta el amor con Olimpia, Coppelius destroza la
vida sentimental y psicológica del estudiante.

Otra manifestación del mal que podemos encontrar en el
Hombre de la arena, es el terror infantil. Tradicionalmente las
imágenes de demonios, "cocos", hombres del costal, son
formas represivas que los padres inculcan a los niños
para generar un sometimiento o un terror nocturno. En la
mayoría de los casos experimentamos lo siniestro cuando
reforzamos nuestros temores con los espectros que nos inventan
nuestros tutores.

El arenero es un símbolo de terror que se presenta
desde la infancia en
Nataniel, terror que lo acompañará a lo largo de su
existencia. Como no puede destruir ese terror infantil. Lo evade
por medio de la locura involuntaria, locura que no lo salva de su
final trágico. Presa de sus temores y recuerdos el
estudiante se suicida desde el campanario gritando " ¡ Ah,
bellos ojos… bellos ojos"[5]

Según Freud, el mito o leyenda
del arenero que se lleva los ojos de los niños que se
portan mal no es más que un temor al fenómeno de la
castración. Hoffmann a lo largo de sus historias amalgama
lo desconocido con lo imprevisible para generar la
sensación más aproximada al terror o al miedo que
todo humano experimenta en su interior. El mal, no necesariamente
tiene que reflejarse con asesinatos, sangre, seres
monstruosos, etc., lo siniestro o terrorífico se nutre de
los miedos y fantasías del ser humano. Lo siniestro o
malévolo según el estudio preliminar del hombre de
la arena se vislumbra cuando lo cotidiano, familiar o
doméstico se torna en siniestro, y las cosas más
naturales como el sonido se hace sobre natural cuando a ese
sonido se le atribuyen otras interpretaciones.

 IV. Mi hija siniestra
desconectó
la computadora
y perdí todo el trabajo.

Hemos visto en dos textos románticos la influencia o
poder que lo demoníaco pueda afectar el curso de la vida
de seres completamente extraños o diferentes. Fausto vende
su alma al diablo para conocer la felicidad, aunque en ello
pierde el alma. Nataniel no realiza ningún pacto, pero
pierde el amor y el alma por la influencia de Coppelius.

Así, cuando a la sensación de temor y maldad se
le sobreañade la inevitable fascinación de lo
curioso y lo asombroso, surge un mezclado de emoción
intensa y provocación imaginativa, cuya vitalidad dura
tanto como la humanidad.

No es por intrigar, ni por hacerme el machito, pero a estas
alturas de la noche ya me dio miedo la sombra que se
proyectó a mi espalda. Por lo que mejor me voy a mis
aposentos a dormir la mona.  

BibliografÍa

 Bühler, Johannes. Vida y cultura
en la edad media. Trad., Wenceslao Roces, 4ª.
Reimpresión, FCE, México,
1996. 290 pp.

 Dilthey, Wilhelm. Literatura y fantasía.
1ª. Reimpresión, FCE, México, 1978. (obras de
Dilthey IX) págs. 103-124

 Freud, Sigmund. Obras completas. T. XIX. Trad. ,
José L. Etcheverry, Amorrortu Editores. Argentina, 1997.
Págs. 66-106.

Lo siniestro. Trad. , Carmen Bravo y López
Ballesteros. 3ª edición, Editorial Torre de viento,
Barcelona, 2001. Págs. 9-35

Goethe, J. W. Fausto y Werther. Introducción de Francisco Montes de Oca.
Decimocuarta edición, México, 1992. ( Col. "sepan
cuantos…" núm. 21) 274 pp.

Hoffmann, E.T.A. El hombre de la arena. Trad. Carmen Bravo
y López Ballesteros. 3ª edición, Editorial
Torre de viento, Barcelona, 2001. 89pp.

Jacobson, Roman. Ensayos de
poética. FCE, España,
1997. Págs. 7-22

Lovecraft, H.P. El terror en la literatura. Trad. Francisco
Torres, 5ª reimp. , Editorial Alianza, México, 1998.
106 pp.

Modern, Rodolfo. Historia de la literatura
Alemana. 2ª reimp. , FCE, México, 1986. (breviarios
núm. 159) 370 pp.

 

CLAUDIA CISNEROS CISNEROS

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